Joël Delhom
Université de Bretagne-Sud
CRELLIC-LIRA
Ponencia presentada en el Congreso anual de la Society
for Latin American Studies, University of Birmingham, 6-8 avril 2001, sesión Labour History and the History of Labour in Latin America
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Jornalero chino cañero |
El auge económico,
sin embargo, produjo un nuevo tipo de trabajador urbano-industrial o
rural-industrial, sociológicamente diferente del artesano o del campesino
tradicional y sometido a nuevas formas de relaciones laborales. Guiado por la
experiencia de sus primeros conflictos y por una prensa liberal radical que
propugnaba la constitución de Sociedades de Resistencia, ese proletariado adoptó
paulatinamente nuevas formas de lucha y organización, alejadas del clásico
mutualismo. Este entró en una etapa de decadencia a partir de 1910, mientras las
primeras organizaciones anarquistas orientaban los conflictos laborales del
proletariado, oponiéndose a la estrategia de la Confederación de Artesanos
“Unión Universal” (CAUU). Hegemónico hasta 1920, el anarco-sindicalismo empezó
entonces a ser cuestionado por los marxistas, quienes conquistaron la dirección
del movimiento obrero a partir de 1926.
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Indio vendedor de chicha |
Nacimiento del
sindicalismo anarquista
Es probable que la
inmigración de algunos militantes obreros ayudara a la organización del
proletariado peruano; se ha mencionado por ejemplo a dos españoles, a un
argentino y a un chileno. Más tarde, en 1912, año en que se organizó una huelga
general, llegaron también dos italianos así como un argentino, los tres
delegados de la Federación Obrera Regional Argentina. Pero el impulso
organizador no vino del extranjero. Desde finales del siglo XIX, existían
vínculos entre algunos dirigentes obreros y la masonería o, de forma más amplia,
los grupos de propaganda liberal, los cuales se comprometieron a elevar la
condición intelectual, moral y económica de los trabajadores. Es un aspecto que
merece investigaciones complementarias, aunque son ya bastante significativas
las relaciones entre el dentista, miembro de la Gran Logia Masónica del Perú,
Christian Dam y el panadero Manuel Caracciolo Lévano, uno de los más destacados militantes
anarco-sindicalistas; entre el periodista director de La Idea Libre,
Glicerio Tassara, y el grupo
que editó La Protesta; entre el músico José B. Ugarte y el Centro de
Estudios Sociales 1° de Mayo. Las Ligas de Libre Pensadores, constituidas por
C. Dam, se dedicaban a la educación y la asistencia de
los trabajadores; por otra parte, Dam y Ugarte habían
sido miembros fundadores del partido radical Unión Nacional, creado por el
escritor Manuel González Prada en 1891 y cuyo programa ostentaba un claro
compromiso social. Destacada labor de concientización y educación de clase
tuvieron entonces algunas publicaciones liberales de crítica sociopolítica:
La Luz Eléctrica (1886-1897), Integridad (1889-1891),
Germinal (1889; 1901-1906), El Libre Pensamiento (1896-1904),
La Idea Libre (1900-1920), antes de que aparecieran órganos de definida
orientación anarquista: Los Parias (1904-1910), La Simiente Roja
(¿1905-1907?), El Hambriento (¿1905-1910?), Humanidad (1906-1907),
El Oprimido (¿1907-1909?) y La Protesta
(1911-1926).
** El M:.R:.H:.Christian Dam quien fue Gran Maestro de la Gran Logia del Perú a finales del siglo XIX, progresista y libre pensador masónico, impulso reformas liberales en esta potencia masónica, como el retirar el termino A LA GLORIA DEL GRAN ARQUITECTO DEL UNIVERSO y cambiar la BIBLIA por la CONSTITUCION MASONICA en el ARA de los templos jurisdiccionadas a la Gran Logia durante su Gran Maestría.
Siendo combatido duramente por los conservadores masónicos de esos tiempos, lo obligaron a renunciar acabando de esa manera con la reforma mas importante de la masonería del continente.
Un siglo después, aunque parezca mentira sus ideas toman valor y podemos entender sin prejuicios su visión de futuro, que si hubiera sido bien comprendida podría haber permitido a la masonería peruana tomar grandes rumbos en el devenir del continente indoamericano.
El primer caso
de acción reivindicativa que utiliza la huelga como medio de presión lo
constituye el paro de los tipógrafos por mejoras salariales en diciembre de
1883. Pero fue probablemente la huelga de los panaderos de Lima, en enero de
1887, la que tuvo mayores repercusiones al conducir a la creación, en abril del
mismo año, de la Sociedad Obrera de Panaderos "Estrella del Perú", una
organización que desempeñó un papel precursor en la formación de la conciencia
de clase del proletariado. En 1896 ocurrió el primer gran conflicto industrial:
la huelga los tejedores de Vitarte (agosto), seguida por los movimientos de los
cigarreros (septiembre), los tipógrafos (septiembre) y los pasteleros de la
capital. Los obreros de esas industrias ya empezaban a ser influenciados por
algunos líderes anarquistas. Los tabaqueros, por ejemplo, no dudaron en destruir
la nueva maquinaria que causaba desocupación. Ese tipo de acciones ludistas eran excepcionales y normalmente los trabajadores
solían recurrir a la mediación de políticos (diputados, ministros e incluso
presidente de la República) lo que no impedía una severa represión. El nuevo
siglo se abrió en Lima con la huelga de cocheros en enero de 1900 y, sobre todo,
la exitosa huelga de panaderos en abril-mayo de 1901. Aunque también recurrieron
a comisiones de arbitraje, los últimos organizaron de forma ejemplar la
solidaridad del gremio y trataron de impedir el funcionamiento de las empresas
de panificación. 1904, año de fuerte alza de los precios de las subsistencias,
fue determinante para la maduración ideológica: la Sociedad Obrera de Panaderos,
dirigida por Manuel C. Lévano, se desadhirió de la
CAUU y pasó a llamarse Federación de Obreros Panaderos "Estrella del Perú",
dando el primer paso hacia un sindicalismo moderno que representara los
intereses del proletariado. La separación se debía al rechazo de las prácticas
colaboracionistas de la Confederación de Artesanos. Los panaderos adoptaron como
objetivo la jornada de ocho horas y celebraron en 1905, por primera vez en el
país, la fiesta del Primero de Mayo. En marzo de 1904 también empezó a ser
publicado en Lima el mensual Los Parias, que fue la primera publicación
ácrata importante del país. Principalmente animada por M. González Prada, era
favorable al sindicalismo y aspiraba al “comunismo proletario”. En mayo, la
huelga de los jornaleros del Callao, primera en costarle la vida a un
trabajador, constituyó además una importante experiencia de lucha y de
solidaridad de clase, aunque fue resuelta gracias a la intervención del
presidente Andrés A. Cáceres.
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Obreros mineros peruanos - Morococha |
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Huelga de obreros textiles de Vitarte - 1911
Fernando Borjas y Julio Portocarrero con Delfín Lévano
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Aporte conceptual
de González Prada
Todos los
historiadores mencionan el papel determinante de Manuel González Prada en la
formación ideológica de los trabajadores del Perú, pero hasta ahora no ha sido
analizado detenidamente el tenor de su contribución. Desde fines de los años
1880, González Prada se había ganado una fama de inconforme opuesto a las
oligarquías, al caudillismo y al clero. Cuando regresó de Europa, en 1898, su
popularidad fue creciendo a causa del tono muy radical de sus críticas a los
poderes establecidos. En su discurso de agosto de 1898 en el local de la Unión
Nacional, el ensayista había designado al obrero y al campesino como la parte
sana del país. La semana siguiente, su amigo C. Dam le
invitó a dar otra conferencia en la Liga de Librepensadores que fue impedida por
el gobierno. Ideológicamente, los dos hombres evolucionaron de forma parecida,
pasando del liberalismo radical al anarquismo, del cual fueron unos de los
primeros propagandistas en Lima. La Liga desempeñaba un papel de educación
popular y concientización política mediante reuniones públicas en las que
participaban intelectuales y trabajadores. G. Prada escribió algunos artículos
para el semanario El Libre Pensamiento, el órgano de la Liga, pero a
partir de 1902, el escritor estrechó sus relaciones con los círculos obreros y
parece que estuvo en contacto epistolar con varios líderes provincianos.
De
octubre de 1904 a julio de 1909, ejerció una influencia directa en el incipiente
movimiento anarquista, escribiendo asiduamente, bajo seudónimos o de forma
anónima, en el mensual Los Parias. Es muy significativo que, el 1° de
mayo de 1905, la Federación de Obreros Panaderos le invitara a pronunciar una
conferencia que fue de suma importancia en la historia social del país. Se trata
del discurso “El intelectual y el obrero”, en el cual afirmaba el autor la
necesidad de la unión solidaria de todos los trabajadores sin distinción de
clase social en la perspectiva de la futura revolución. También definía el papel
que le corresponde al intelectual en su relación con las
masas:
Cuando preconizamos
la unión o alianza de la inteligencia con el trabajo no pretendemos que a título
de una jerarquía ilusoria, el intelectual se erija en tutor o lazarillo del
obrero. A la idea que el cerebro ejerce función más noble que el músculo,
debemos el régimen de las castas [...].
Esa idea, que selló
la solidaridad entre los jóvenes universitarios de la clase media y los
proletarios, fue más tarde adoptada por Víctor Raúl Haya de la Torre en su
Frente de trabajadores manuales e intelectuales. La propuesta de frente
revolucionario multiclasista tomaba en cuenta la
especificidad de un país como Perú, donde el proletariado urbano era escaso y el
rural se encontraba totalmente marginado de la sociedad, mientras una creciente
clase media aspiraba a consistentes transformaciones sociales. Esa primera
celebración de la solidaridad internacional de los trabajadores constituyó un
hito en la evolución del obrerismo peruano hacia el sindicalismo. Se fijó como
meta común la obtención de la jornada de ocho horas “dando inicio así a un mayor
y nuevo impulso tanto en el movimiento obrero capitalino como en ciertos
sectores mineros y costeños agrícolas” (Yepes del
Castillo).
El año siguiente,
informado de lo que sucedía en Francia, G. Prada defendió en un artículo de
Los Parias la campaña por la jornada de ocho horas, objetivo que ya había
sido incluido en los estatutos de la Federación de Obreros Panaderos desde 1904.
En esta ocasión, los panaderos habían convocado un paro general que fue
parcialmente logrado. Es interesante subrayar la argumentación de G.
Prada:
Según la iniciativa
que parece emanada de los socialistas franceses, todas las manifestaciones que
hagan hoy los obreros deben converger a crear una irresistible agitación para
conseguir la jornada de ocho horas. Cierto, para la emancipación integral soñada
por la anarquía, eso no vale mucho; pero en relación al estado económico de las
naciones y al desarrollo mental de los obreros, significa muchísimo: es un gran
salto hacia adelante en un terreno donde no se puede caminar ni a rastras. Si la
revolución social ha de verificarse lentamente o palmo a palmo, la conquista de
las ocho horas debe mirarse como un gran paso; si ha de realizarse violentamente
y en bloque, la disminución del tiempo dedicado a las faenas materiales es una
medida preparatoria: algunas de las horas que el proletariado dedica hoy al
manejo de sus brazos podría consagrarlas a cultivar su inteligencia, haciéndose
hombre consciente, conocedor de sus derechos y, por consiguiente revolucionario.
Si el obrero cuenta con muchos enemigos, el mayor está en su ignorancia.
El
autor asigna a la auto-educación un valor revolucionario, lo que convierte todas
las medidas que pueden favorecerla en un objetivo válido de lucha, a condición
de que no se pierda de vista la meta final. Desde esta perspectiva, más amplia
que la puramente económica, romper la alienación individual es una condición
sine qua non de la emancipación colectiva. Al revés de muchos
anarco-sindicalistas predomina en G. Prada una concepción algo individualista
que no hace del sindicato la prefiguración de la sociedad futura. Con todo, su
pensamiento se mantiene cerca de la línea del anarquismo sindicalista
preconizado por P. Kropotkine y F. Pelloutier, para los cuales las reformas parciales son ante
todo la ocasión de fomentar la huelga general revolucionaria. De forma
pragmática, el sindicato constituye una escuela de anarquismo, al proporcionar a
los individuos una experiencia de lucha solidaria y anti-autoritaria. Por otra
parte, la postura del escritor no puede ser sindicalista revolucionaria porque
no acata la neutralidad ideológica del sindicato exigida por la Carta de Amiens
de 1906. El artículo que escribió en ocasión del 1° de mayo de 1907, celebrado
simultáneamente en El Callao y en Lima, muestra su recelo en cuanto a la lucha
por reformas inmediatas, juzgadas bastantes ilusorias ya que no afectan los
fundamentos de la explotación. Ese texto, escrito varios meses antes del
congreso anarquista internacional de Amsterdam (agosto
de 1907), anticipa las críticas dirigidas por Errico
Malatesta al sindicalismo revolucionario defendido por
Pierre Monatte. Como el anarquista italiano, G. Prada
confía más en la solidaridad moral generada por un ideal común que en la
solidaridad económica; no toma el sindicalismo sólo como un fin en sí mismo,
sino como uno de los medios de acción para llegar a la revolución ácrata, la
cual sobrepasa ampliamente los intereses de una sola clase y se propone la
liberación integral de la humanidad oprimida económica, política y moralmente.
El hecho de que G. Prada no haya contribuido a La Protesta podría ser
interpretado como un desacuerdo con la orientación anarco-sindicalista del
periódico.
En junio de 1906,
publicó un artículo de aclaración ideológica en el cual explicaba las
diferencias entre el socialismo, que califica de reformista y autoritario, y el
anarquismo, a menudo confundidos por los actores del movimiento social peruano.
Advertía entonces:
Entre socialistas y
libertarios pueden ocurrir marchas convergentes o acciones en común para un
objeto inmediato, como sucede hoy con la jornada de ocho horas; pero nunca una
alianza perdurable ni una fusión de principios [...].
Frente a
interpretaciones conservadoras de “glorificación del trabajo”, insistía, pues,
en el significado verdadero del Primero de mayo, como celebración universal del
sacrificio de los Mártires de Chicago. En 1909, lo definía como un día
privilegiado para demostrar la solidaridad proletaria en la lucha sangrienta por
la revolución emancipadora. Rechazaba sin ninguna ambigüedad toda solución
reformista y conciliadora, tal como la práctica muy frecuente del arbitraje
político en los conflictos laborales:
[...] no incurriremos en la ingenuidad o
simpleza de imaginarnos que la Humanidad ha de redimirse por un acuerdo amigable
entre los ricos y los pobres, entre el patrón y el obrero, entre la soga del
verdugo y el cuello del ahorcado. Toda iniquidad se funda en la fuerza, y todo
derecho ha sido reivindicado con el palo, el hierro o el plomo. Lo demás es
teoría, simple teoría.
En noviembre de
1906, mientras habían cesado el trabajo los jornaleros del Callao, el escritor
abogó por la huelga general armada. Meses más tarde, en mayo de 1908, después de
la masacre en Iquique de 600 huelguistas por el ejército chileno (diciembre de
1907), preconizó también el sabotaje. No sólo los considera los únicos medios
eficaces de lucha contra los capitalistas, sino que también piensa como Kropotkine que toda lucha armada constituye una forma de
preparación del pueblo para la revolución final. G. Prada actúa también como
censor y aguijón cuando lamenta el conservadurismo y la falta de solidaridad de
los sindicatos peruanos, aún subyugados por la acción política, que según él
divide las masas y debilita su acción.
En dos artículos publicados en enero y
febrero de 1906 en Los Parias, G. Prada denunció la estrategia retrógrada
y corruptora de la CAUU, calificada de “tenaza del político para coger al
obrero” y celebró “la evolución regeneradora” emprendida por los panaderos bajo
la dirección de M. C. Lévano. Sin desconocer la existencia de un sector
intermedio, consideraba que las sociedades se dividen esencialmente en dos
clases enemigas “la de los poseedores y la de los desposeídos” o, dicho con
otras palabras, “los explotadores” y “los explotados”. En esa última, a la que
atribuye una misión histórica de regeneración, distinguía entre “siervos” y
“proletarios”, o sea entre campesinos, en situación neofeudal, y obreros. A los artesanos limeños, trabajadores
propietarios de sus medios de producción y a menudo patronos de otros obreros,
los identificaba como aliados objetivos de los explotadores. Pero lo que deseaba
G. Prada era que se produjera una toma de conciencia de esa clase intermedia
para que se uniera a los demás trabajadores y regenerase el Perú:
Desde
finales de los 1890, G. Prada denunciaba el carácter inicuo del capitalismo que
explota al trabajador y lo mantiene en la miseria: “Merced a las sociedades
anónimas, todo ha sido monopolizado y es disfrutado por un diminuto círculo de
traficantes egoístas y absorbentes.”. Ha enfatizado la desigualdad fundamental
que caracteriza la relación de producción moderna y la vuelve moralmente
inaceptable, según él:
Donde hay cambio de
dinero por fuerza muscular, donde uno paga el salario y el otro le recibe en
remuneración de trabajo forzoso, ahí existe un amo y un siervo, un explotador y
un explotado. Toda industria legal se reduce a un robo legalmente
organizado.
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Jornada por la conquista de las 8 horas |
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Día del triunfo por la jornada de 8 horas |
Mostrando la
continuidad histórica de la explotación (esclavitud, vassallaje, proletarización) afirmaba que el productivismo
capitalista transforma al trabajador en proletario, o sea en máquina de carne y
huesos, la forma más acabada de la alienación. Distinguía así entre dos
concepciones de la actividad productiva humana: por una parte, el digno trabajo
libre “para transformar el Globo en una morada cómoda y salubre, concediéndose
las horas necesarias al solaz, a la instrucción y al sueño” y, por otra, la vil
explotación que consiste en “bregar y esquilmarse para que otros reporten los
beneficios [...] no conociendo más placeres que el trago de aguardiente y la
procreación”. Subrayaba la duplicidad del discurso ideológico dominante que
tiende a enmascarar la realidad gracias a la alianza cómplice de intelectuales y
capitalistas: “[...] en las sociedades modernas el letrado y el capitalista
explotan al ignorante y al obrero, hipócritamente, predicando la evangélica
máxima del amor al prójimo, hablando de libertad, igualdad y fraternidad.”. De
ahí la importancia de su discurso “El intelectual y el obrero” que busca
invertir la alianza de las clases medias instruidas con la oligarquía, en
beneficio de los sectores populares.
En 1905 señalaba
también la expoliación realizada por el imperialismo económico norteamericano al
amparo del modelo agro-exportador promovido por la oligarquía nacional. Se
anticipaba al discurso antiimperialista que prevaleció a partir de los años
1920. Por otra parte, opuso las políticas restrictivas de los países
industrializados en materia de inmigración laboral a sus agresiones coloniales
en nombre del liberalismo económico, subrayando el carácter mundial del proceso
de proletarización.:
Para introducir sus
telas, su opio, su alcohol y su Biblia, las grandes potencias abren a cañonazos
Asia y África; pero quieren cerrar sus puertas no sólo al amarillo y al negro,
sino también al blanco sin bolsa repleta de oro.
De allí su prédica
internacionalista, consecuencia lógica de la solidaridad de
clase:
Las muchedumbres no
acaban de ver que el negocio no tiene patria; que, a pesar de Alsacia y
Lorena, el francés rico es hermano del capitalista alemán, lo mismo que, a
despecho de Tacna y Arica, el azucarero peruano es amigo y compatriota del
hacendado chileno. Todos los grandes ladrones constituyen una masonería
internacional, forman una casta esparcida en el globo, pero estrechamente unida
y juramentada para luchar con su enemigo común: el
proletario.
El intelectual
revolucionario aspiraba claramente al modelo político más igualitario que podía
concebir, el del comunismo libertario teorizado por Kropotkine, Malatesta y Elisée Reclus, cuyo lema era “a
cada uno según sus necesidades”. También influenció al movimiento obrero el
discurso anarquista de G. Prada en cuanto al Estado y a la Iglesia, analizados
como cómplices activos de la explotación capitalista.
Apogeo y crisis del
movimiento obrero anarquista
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Manuel Caracciolo Lévano |
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Delfín Lévano |
Los gremios
inicialmente más influenciados por el anarquismo fueron sobre todo los panaderos
y los tipógrafos, pero también los sastres, zapateros y picapedreros; más tarde
fueron muy activos los trabajadores del sector textil, que lograron influir en
los jornaleros de los valles agrícolas cercanos a la capital. En 1907, ya
existía en Lima el Centro de Estudios Sociales “Humanidad”, muy concurrido por
los tejedores de Vitarte. También debe citarse el Centro Socialista 1° de Mayo
con su órgano El Oprimido, en el que participó a menudo el dentista
C. Dam y que fusionó en 1908 con el grupo “Humanidad”,
dando origen al Centro de Estudios Sociales 1° de Mayo. En Lima desplegó también
su actividad el Centro Racionalista Francisco Ferrer que editaba el mensual
Páginas Libres, nombre que retoma el título del primer libro de González
Prada (Paris, 1894). El grupo Luchadores por la Verdad, que reunía a los más
destacados militantes obreros y a algunos intelectuales, publicó a partir de
febrero de 1911 el periódico La Protesta. Tuvo una activa participación
en la formación ideológica y organización de los trabajadores: es de notar que
constituyó un Comité de Preparación Sindical en julio de 1911. El anarquismo
arraigó también en las provincias, particularmente en las localidades de Huacho,
Sayán, Barranca, Trujillo, Chiclayo, Ica... Esa influencia entre los obreros del
campo es también un aspecto que debería ser estudiado más profundamente, así
como el discurso indigenista de la prensa proletaria. En Arequipa fue
constituido en 1905 el Centro Social Obrero. Varios periódicos fueron editados
en Chiclayo, donde fue fundada la Confederación de Obreros 1° de Mayo en 1907.
En Trujillo apareció La Antorcha y se fundaron Centros de Estudios
Sociales como “Luz” e “Hijos del Pueblo”. En Huacho fue creado el Centro de
Estudios Femeninos “Luz y Libertad” (1918). Hubo también un Centro de Estudios
en Pomalca con escuela y
biblioteca.
A partir de 1911,
la influencia anarquista en el movimiento obrero se volvió predominante. Afirma
Pereda Torres: “La segunda década del presente siglo encontró a la dirigencia
anarco-sindicalista en posesión de los principales gremios de la ciudad de Lima
y del resto del país [...]”. La primera huelga general de solidaridad tuvo lugar
en abril de 1911 en apoyo a los tejedores de Vitarte; su resultado fue la
supresión del trabajo de noche. El gobierno aprobó también en enero de 1911 una
ley de accidentes de trabajo frente a la presión obrera. Como consecuencia del
conflicto, se fundaron la Unificación Obrera Textil de Vitarte en mayo de 1911 y
la Unificación Proletaria Textil de Santa Catalina en noviembre del mismo año,
“verdaderas organizaciones sindicales” y “núcleos de formación y acción del
anarco-sindicalismo de la ciudad de Lima”, según Pereda Torres. Afirma el
historiador que “estas organizaciones se constituyeron en modelos para los
gremios de albañiles, sastres y ferrocarrileros quienes optaron definitivamente
por la senda libertaria”. Las huelgas por las ocho horas y aumentos salariales
se sucedieron e intensificaron en 1912 y 1913, años de crisis económica, dando
lugar a la constitución de nuevos sindicatos. En el campo, que se iba
organizando en reivindicativas Sociedades de Auxilios Mutuos por la influencia
anarquista, también hubo conflictos violentos: en abril, las fuerzas represivas
mataron a decenas de jornaleros de los valles agro-industriales de Chicama y Santa Catalina (Dpto. de La Libertad). Finalmente,
la Unión General de Jornaleros del Callao conquistó las ocho horas en enero de
1913 gracias a un nuevo paro general. Se creó entonces una nueva federación, la
de Obreros Marítimos del Callao. Frente a la multiplicación de las huelgas y
cediendo a la presión patronal, el gobierno del populista Guillermo Billinghurst promulgó en enero de 1913 un Reglamento de
Huelgas destinado a luchar contra los métodos anarquistas de acción directa,
aunque pretendía garantizar el derecho de huelga. No obstante, los conflictos se
extendieron a los obreros del petróleo de Talara, Negritos, Lobitos y Lagunitas,
en el norte del país. A iniciativa de la recién creada Sociedad de Galleteros y
Anexos, se constituyó en marzo de 1913 una primera Federación Obrera Regional
Peruana (FORP), que no logró perdurar. A finales del año, los trabajadores
pudieron constituir una imprenta proletaria que funcionó hasta los años 1930 y
editó numerosos periódicos. La propaganda sindical se intensificó a partir de
1914, a causa de la degradación de las condiciones de vida y trabajo. Como las
clases populares no beneficiaban de la bonanza exportadora debida a la Guerra
Mundial y tenían que sufrir el alza exhorbitante de
los artículos alimenticios, se organizaron nuevos sindicatos de oficios
(zapateros, albañiles, sastres, ferrocarrileros...). También la represión se
hizo más violenta, muriendo numerosos trabajadores en provincias en 1916 y años
siguientes. Según algunos historiadores, la FORP fue disuelta y sustituida en
diciembre de 1918 por la primera Federación Obrera Local de Lima
(FOLL).
1919 fue el año de
la culminación del anarco-sindicalismo en el Perú. Un nuevo paro general
paralizó Lima y El Callao del 13 al 15 de enero de 1919 hasta conquistar la
jornada de ocho horas. La Federación de Trabajadores en Tejidos del Perú,
constituida en enero, fue también fruto del movimiento, así como la Federación
Gráfica y la de Choferes. La huelga había sido iniciada por los tejedores y fue
rápidamente apoyada por los demás sindicatos, así como los estudiantes de San
Marcos. Víctor Raúl Haya de la Torre, el principal líder de los universitarios,
fue adquiriendo después una gran influencia entre los trabajadores textiles
gracias a la creación en 1921 de las Universidades Populares González Prada. Un
frente único de sindicatos, gremios y organizaciones populares, llamado Comité
Pro-Abaratamiento de las Subsistencias, fue constituido por la Federación de
Trabajadores en Tejidos en abril de 1919 para luchar contra la elevación del
costo de la vida. Ese Comité dirigido por los anarquistas Carlos Barba
(zapatero), Nicolás Gutarra (ebanista) y Adalberto
Fonkén (tejedor), organizó un paro general en
mayo-junio que fue severamente reprimido por las autoridades, muriendo varios
manifestantes (ley marcial). El 4 de julio, Augusto B. Leguía aprovechó la
situación para hacerse con el poder en medio del entusiasmo popular. Ese mismo
día, el Comité Pro-Abaratamiento ocupó el local de la CAUU para transformarlo en
la sede de la segunda Federación Obrera Regional Peruana, constituida el 8 de
julio de 1919 en base a los principios de 1913. En agosto fue constituida la Federación Obrera Marítima y Terrestre del
Callao. A partir de los años 1920, los huelguistas se dividían entre aplicación
de la acción directa o del arbitraje previsto por la nueva Constitución para
resolver los conflictos laborales. En el Primer Congeso Local Obrero de Lima y El Callao, organizado en
abril de 1921 por la FORP, fue planteada la cuestión de la acción política de
los trabajadores. Parece ser que los anarquistas lograron declararla
incompatible con el sindicalismo pero que no pudieron obtener del Congreso que
se pronunciara en favor del comunismo libertario como objetivo de los
trabajadores organizados. Las ideas socialistas, divulgadas desde 1918,
empezaban ya a cundir en el proletariado: los sindicatos del textil fueron los
que abogaron por la “política obrera”. Para reforzar la organización anarquista,
fue inmediatamente constituida la Federación de Grupos Libertarios, que se hizo
cargo de La Protesta. En 1922, la exitosa huelga de la Federación de
Motoristas y Conductores (septiembre) dio lugar a la creación, en noviembre, de
una segunda Federación Obrera Local de Lima (FOLL) en la que “se agudizó la
polémica entre anarquistas y socialistas”. En mayo de 1923 salió el primer
número de Claridad, el órgano de la FOLL y de la Juventud Libre del Perú,
fundado por Haya de la Torre y dirigido por José Carlos Mariátegui a partir de
1924, después de la deportación de Haya (octubre de 1923). En octubre de 1923,
los sindicatos y los estudiantes unidos lograron impedir la consagración del
Perú al corazón de Jesús.
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Apoyo a la huelga de los Textiles |
A partir de 1924,
con la reelección de Leguía, la represión se hizo más feroz y la influencia
socialista arraigó en la FOLL. Los textiles, seguidos por los choferes,
electricistas, gráficos y otros más, abandonaron el anarco-sindicalismo. Habían
contribuido a propagar el marxismo-leninismo las Universidades Populares, en las
que los anarquistas vieron pronto escuelas para ambiciosos y medios de infiltrar
ideas reformistas en el proletariado. Síntoma de la gravedad de la fractura
ideológica, fue que la FOLL no invitara a los grupos libertarios a la
conmemoración del 1° de Mayo de 1925 (Pareja 1978:63). Los anarquistas,
particularmente los albañiles y carpinteros, intentaron en vano crear una nueva
organización obrera libertaria. Finalmente, a principios de 1926 ya dejó de
publicarse La Protesta y en septiembre salió el primer número de la
famosa revista Amauta. A mediados de 1926 empezaron los preparativos para
el Segundo Congreso Local Obrero de Lima a iniciativa de los Trabajadores en
Tejidos. Tuvo lugar bajo la dirección de Arturo Sabroso a partir de enero de
1927, pero sin la participación de los anarquistas. El Congreso se pronunció en
favor del sindicalismo revolucionario sin orientación ideológica definida. En
junio de 1927, la represión gubernamental desestructuró las organizaciones
obreras encarcelando o desterrando a sus principales líderes. En octubre de 1928
fue finalmente constituido el Partido Socialista del Perú y, en mayo de 1929, la
Confederación General de Trabajadores del Perú, cuyo primer Secretario General
fue Julio Portocarrero, obrero textil de Vitarte, ex-anarco-sindicalista y
miembro fundador del Partido Socialista.
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Gonzales Prada y Ricardo Palma |
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Manuel Lévano y JC.Mariátegui en Miraflores después de ser amputada su pierna |
Algunos comentarios
historiográficos
Los historiadores
han intentado explicar la pérdida de influencia del anarco-sindicalismo a partir
de 1920. Según Denis Sulmont, que estudia poco el
periodo anterior en sus libros, la ideología anarquista prosperó “cuando los
trabajadores no disponían para sus reivindicaciones de otra alternativa”,
permitiendo la organización y la toma de conciencia de clase. Pero representó
luego:
[...] más bien un freno al desarrollo de la
clase trabajadora hacia niveles superiores de organización y conciencia. La
estrategia de acción directa de los anarquistas demostró sus límites al chocar
contra el aparato represivo del Estado y las maniobras políticas de la
burguesía, sin ofrecer alternativas para el proletariado.
Esa explicación de
1977 es poco convincente. Sulmont incurre en el mismo
prejuicio ideológico un par de años más tarde cuando
escribe:
Si bien la
conquista de la jornada de ocho horas representó una victoria para el
anarco-sindicalismo, significó también su entrampamiento posterior. En efecto,
la propaganda anarquista había señalado que la huelga general era el preludio de
la revolución social y de la liberación de los trabajadores. Sin embargo, una
vez obtenida una importante conquista inmediata, continuaba el poder de la
burguesía y la explotación capitalista. La insuficiencia del planteamiento
anarquista y del “sindicalismo revolucionario” (que pretende hacer la revolución
directamente mediante los sindicatos) se manifestará más nítidamente luego del
fracaso de la lucha por el abaratamiento de las
subsistencias.
La misma
argumentación había sido avanzada en 1972 por Ernesto Yepes del Castillo, quien
añade el retroceso del anarquismo al nivel internacional:
Bajo el impulso de
las nuevas orientaciones ideológicas la clase obrera se fue desprendiendo de sus
resabios anarquistas. Y es que la misma crisis que en los años de post-guerra
ofreciera el anarco-sindicalismo a nivel mundial, no tardó en presentarse en el
anarquismo local que, de otro lado, conseguida la jornada de 8 horas, halló
vacío su arsenal reivindicativo.
También Hugo García
Salvatecci, buen conocedor del anarquismo, se limitaba
el mismo año a afirmaciones perentorias:
Dando una visión de conjunto,
podemos decir que el Anarquismo peruano tomó las ideas centrales del Anarquismo
europeo. También heredó sus defectos: abuso de retórica y falta de cohesión.
Sucumbió, sobre todo, por sus querellas internas. No logró amalgamarse. Combatió
el caudillismo y el dogmatismo, pero terminó cayendo en ellos. Además, a
diferencia de otros países, en el Perú nunca tuvo mucho arraigo popular.
Sin
embargo, reconoce que “La tiranía de Leguía impidió luego el radio de su
acción”. Otro comentario de Sulmont, en 1980, coincide
con ese último y aporta elementos económicos interesantes:
A partir de 1926,
se multiplicaron los despidos y cierres de fábricas y la burguesía se mostró más
intransigente frente a los reclamos. En 1927, los conflictos adquirieron
proporciones alarmantes. Al mismo tiempo, muchas luchas sindicales fracasaron y
los obreros perdieron varias de sus conquistas anteriores. La represión contra
los dirigentes del movimiento obrero acabó con el apoliticismo
anarco-sindical.
La represión es una
explicación también propuesta por Yepes del Castillo:
Más tarde, con el
arribo de Leguía al poder, los aún recientes y no muy profundos logros
organizativos serían definitivamente liquidados. Utilizando una astuta
demagogia, el Presidente de la ‘Patria Nueva’ se recubrió inicialmente de un
ropaje popular a fin de afianzar -ampliando- las bases de un sustento político
que le permitiera enfrentarse con éxito a la hegemonía civilista. Pero más
tarde, pasada la crisis política y consolidado en el
poder, sistemática e implacablemente logró quebrar los soportes del movimiento
laboral destruyendo sus cuadros dirigentes. [...] Así, respecto a los líderes
anarquistas, varios de los más destacados fueron deportados a Europa. En otros
casos, Leguía logró cooptar a algunas de las figuras de este movimiento [...].
El resto, con distinta suerte terminó en general orientándose hacia alguna de
las dos grandes corrientes que empezaron a diferenciar la escena política
peruana: el nacionalismo de corte populista [aprismo] y el
socialismo.
Sulmont señala también la
“confusión y división” que produjo el discurso populista de Augusto Leguía a
partir de julio de 1919 en los sectores populares, aunque apunta que “los
obreros que apoyaron a Leguía fueron rápidamente desilusionados” ya que en 1920
“se desencadenó una brutal represión contra las organizaciones sindicales”,
quedando la recién nacida FORP “casi paralizada”.
Por su parte,
Piedad Pareja ha mostrado en 1978 que no se puede explicar la pérdida de
hegemonía del anarco-sindicalismo por la categoría socioprofesional de los trabajadores (transformación de los
medios de producción y consiguiente proletarización) ya que ésta no ha influido
en la elección de las ideologías:
“[...] si observamos la distribución de las
organizaciones por oficio y por industria, según su tendencia política, [...]
podemos constatar que indistintamente, artesanos y obreros manufactureros se
inclinan mayoritariamente primero por una y luego por otra alternativa
política.”
Algunos marxistas
adoptan efectivamente una explicación muy subjetiva según la cual “el anarquismo
está más en concordancia con la mentalidad de los artesanos y obreros de la
pequeña industria que con la mentalidad de los obreros de la gran industria
capitalista” o, dicho más claramente, el anarco-sindicalismo es una “doctrina
pequeño-burguesa”. Pareja señala también que, hasta los años 1920, las élites
sindicales fueron muy representativas de su base social. Parece entonces que el
cambio ideológico fue el resultado de la creciente influencia entre los obreros
de Haya de la Torre y de Mariátegui, especialmente por medio de las
Universidades Populares. En su prólogo al estudio de Pareja, César Lévano
también ha manifestado que Mariátegui logró “decantar a algunos de los mejores
cuadros hacia el marxismo”.
Bien se ve que no
se ha explicado aún cómo, sólo en cuatro o cinco años, la mayoría del movimiento
obrero cambió de orientación ideológica. Sólo sabemos que influyeron la
represión gubernamental y la propaganda marxista a la que fueron sometidos los
líderes sindicales. Por consiguiente, es probable que los trabajadores
organizados no integrasen los fundamentos ideológicos del anarco-sindicalismo y
siguiesen dócilmente una reducida élite. Sería interesante, entonces, estudiar
el funcionamiento orgánico de los sindicatos y analizar las relaciones entre la
Federación de Grupos Libertarios, constituida en 1921, y los dirigentes obreros
de los sindicatos. Es necesario, pues, afinar las investigaciones y orientarlas
hacia las modalidades de articulación de una serie de elementos explicativos,
entre los cuales cabe citar: la competencia ideológica de la corriente marxista
y sus medios de influencia; la importancia de la desorganización de los
anarquistas causada por la represión gubernamental; el grado de conciencia
ideológica de los delegados obreros de segundo plano, es decir de los que se
encuentran en situación de sustituir a los líderes encarcelados o deportados, y
también el de las masas; la importancia de la transformación de las condiciones
económicas y políticas en los años 1920 (leguiísmo)
que pueden haber acarreado un cambio de estrategia de los sectores medios y
también parte de los populares, o sea una búsqueda de nuevas alianzas políticas.
Eso implica que se realicen estudios comparativos de los archivos de los
principales sindicatos para entender los cambios ideológicos dentro del
movimiento obrero. Ha seguido esa perspectiva general un estudio reciente de
Paulo Drinot a propósito de la Federación de Panaderos
a inicios de los años 1930, en el que el autor ha comprobado que:
[...] las
crisis económicas y políticas de los inicios de la década del treinta, al
reducir la capacidad de la Federación a actuar como una entidad mutualista y
sindical, llevaron a los obreros panaderos a abandonar el apoliticismo
tradicional para establecer alianzas con grupos políticos, alianzas que podrían
calificarse de micro-populistas.”
También sería útil analizar el contenido
de la “cultura obrera” transmitida por los órganos de prensa proletaria,
realizar estudios comparativos con los casos argentino y español, etc. Casi todo
el trabajo de análisis queda por hacer, ya que hasta ahora fue sólo esbozado y,
desgraciadamente, distorsionado por apriorismos ideológicos. Sólo se ha hecho
una historia cronológica del movimiento obrero y es probablemente
parcial.
Referencias
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J. Delhom - Movimiento anarquista Perú –
J. Delhom - Movimiento anarquista Perú –
Antes de que
termine el siglo, se establecen nuevas fábricas de tejidos de algodón y lana
(Lima, Arequipa, Cuzco), de harina, fideos, chocolate, azúcar, bebidas, hielo,
fósforos, velas, jabón, sombreros, cigarros, curtiembres, etc. En 1893 se
termina de construir el Ferrocarril Central y en 1896 fusionan varias compañías
eléctricas para constituir las Empresas Eléctricas Asociadas que permiten el
desarrollo del transporte urbano y de la producción industrial (Pereda Torres,
1982:75-82 y Yepes del Castillo, 1972:207-219).
Piedad Pareja
(1978:53) señala que algunos militantes extranjeros fueron expulsados en octubre
de 1914 y julio-agosto de 1916 (Daniel Antuniano,
Antonio Panades, José Pica y José
Chamorro).
En 1896, cuatro
dirigentes obreros de la empresa textil de Vitarte fueron encarcelados por seis
años por un incendio que no cometieron (Pereda Torres,
1982:88).
Este poeta,
ensayista y brillante polemista nació en un
a familia aristocrática de Lima en
1844. Después de un primer periodo de vinculación con el sector progresista del
Partido Civil (1870-1885), rompió con la oligarquía dirigente a la cual culpó
por la derrota de la Guerra del Pacífico (1879-1883) y fundó un partido político
renovador, la Unión Nacional (1891), de tipo liberal federalista, cuyo proyecto
democrático se apoyaba en las clases medias urbanas y aspiraba a mejorar las
condiciones sociales de los sectores populares, obreros y campesinos. Por
razones algo oscuras, González Prada se marchó a Francia a los pocos días de la
creación de su partido. En París, donde permaneció seis años, y luego en
Barcelona y Madrid, enriqueció su formación intelectual y su ideología se
radicalizó. De nuevo en el Perú, se fue apartando de la Unión Nacional, cuyo
electoralismo le disgustaba, hasta su separación oficial en 1902. A partir de
1912 desempeñó el cargo de director de la Biblioteca Nacional, al que renunció
en 1914 para manifestar su oposición al golpe de Estado del coronel Óscar
Benavides. Fue reintegrado en sus funciones por un nuevo gobierno constitucional
en 1916. Falleció en Lima el 22 de julio de 1918.
Escriben, por
ejemplo, Denis Sulmont que González Prada fue el
“propulsor del pensamiento revolucionario a principios del siglo en el país, y
uno de los primeros intelectuales en trabar relaciones con los obreros”
(1980:19) y Hugo García Salvatecci que “La importancia
del Anarquismo en el Perú se manifiesta en la enorme influencia que ejerció
González Prada, durante tantos años, en nuestra juventud, y por su enorme
repercusión en el origen del movimiento sindical” (1972:117). Véase también
Pereda Torres (1982:113 sq.),
Barba Caballero
(1981:72), Pareja (1978:87).
Lo hace
parcialmente Pereda Torres (1982:130-140).
Dichos artículos
antirreligiosos fueron reunidos en la primera parte del libro Propaganda y
Ataque (G. Prada 1939).
Sobre la influencia de G. Prada en Haya de la
Torre y Mariátegui, véase nuestro artículo “Manuel González Prada: un enjeu symbolique dans le Pérou des années vingt” (Delhom 1996).
El 1° de mayo de
1906 era el término de la campaña de agitación por las ocho horas decidida en el
XIV Congreso Nacional Corporativo (VIII de la Confederación General del Trabajo)
y Conferencia de las Bolsas del Trabajo de 1904 en Bourges.
Sobre las
relaciones entre anarquismo y sindicalismo, véase Maitron (1992:265-330).
Según E. Yepes del
Castillo, “Los primeros brotes de anarco-sindicalismo quizá habían empezado a
explicitarse hacia 1911, con la formación del grupo ‘La Protesta’ y le llamado
‘Comité de Propaganda Sindical’” (1972:271).
Véase igualmente el
artículo “Primero de Mayo” de 1907 (G. Prada
1940:101-104).
Posteriormente
fueron refundidos para constituir uno sólo.
Escribe a finales
de los ochenta: “Aquí no conocemos la burguesía europea; hay, sí, una especie de
clase media, inteligente, de buen sentido, trabajadora, católica pero
indiferente a luchas religiosas, amante de su país, pero hastiada con la
política de que sólo recibe perjuicios, desengaños y deshonra.” (G. Prada
1976:29).
Sulmont (1977:29) escribe que “la
coordinación política entre el movimiento obrero y los movimientos campesinos
fue iniciada por los grupos anarquistas”. Pereda Torres estudia un poco ese
proceso en Huacho (1982:207-214).
Escribe J. Portocarrero: “Nombramos
presidente a Emilio Ugarte; a Juan Híjar,
vicepresidente; a Enrique Chuti, tesorero; a Antonio
Guillinta, protesorero, y otros compañeros más
completaron la directiva.”(1987:33-34).
Según J.
Portocarrero, el intento de organizar la FORP no pudo concretarse
(1987:67).
Pereda Torres (1982:199) menciona los siguientes: La Protesta,
El Obrero panadero, El Libertario, Plumadas de Rebeldía, El Obrero Textil, La
Rueda, El Tranviario, La Voz del Chofer, El Obrero Gráfico, El Pututo, La
Reforma.
El índice general de precios con base 100 en 1913 alcanza 104 el
año siguiente, 112 en 1915, 123 en 1916; se dispara en los años siguientes hasta
142 en 1917, 164 en 1918, 188 en 1919 y 210 en 1920. Disminuyó en 1921 (199) y
1922 (190) (Yepes del Castillo, 1972:268).
La FOLL “contó
entre sus más importantes bases, con la Federación de Panaderos Estrella del
Perú, la Federación Gráfica, la Confederación Ferrocarrilera, la Federación de
Zapateros, la Unión de Obreros y Jornaleros del Callao, la Unión Obrera de
Construcción Civil, la Federación de Sastres y distintas Federaciones mineras y
obreras del Norte, Centro y Sur, etc.” (Barba Caballero, 1981:101-102). Hay que
añadir las organizaciones del sector textil.
En los años
siguientes, se volvieron ambos socialistas.
Desde 1918 existía
un Comité de Propaganda Socialista integrado por Félix del Valle, César Falcón,
J. C. Mariátegui, Luis Ulloa, Carlos del Barzo, Pedro
Bustamante y otros más. “En diciembre de ese mismo año, Del Valle, Falcón y
Marátegui se retiraron del Comité ante la decisión,
considerada por ellos prematura, de Del Barzo y Ulloa
de transformar el grupo de propaganda en Partido Socialista.” (Portocarrero,
1987:70-71).
Ignoramos lo que
sucedió con la primera, sólo mencionada por Barba Caballero.
Claridad
fue sustituido por Solidaridad en septiembre de
1925.
Sobre la represión,
véase Portocarrero (1987:122-123; 133-135).